Algo que echo enormemente de menos es el buen pan, el pan de verdad. He perdido por completo el gusto por mojar una sopa de pan en un huevo frito. Tengo la fortuna de que mis padres me suministran huevos de corral de gallinas en libertad y alimentadas con trigo y restos de verduras. Pero el pan tiene que ser esa especie de chicle alargado, correoso, precocido y pretodo. Es una tomadura de pelo. Todo se ha perdido en virtud del mínimo esfuerzo. Había una belleza en ir a comprar el pan por la mañana, en el olor del horno, en las maravillas que presentaban en vitrinas o baldas. Ahora todo es industrial, todo tiene una capa de barniz imitador. Por un lado, resulta de lo más práctico: así no siento la menor tentación de comprar ninguno de esos dulces de pacotilla, en los que la mano del hombre brilla por su ausencia. Antes había unas tortas de chocolate en las que el chocolate lo era de verdad: lo preparaban sobre la marcha y luego se ponía duro dentro de la torta. Ahora todo llega la misma masa industrial de chocolate, comprada en botes de 5 kilos, ideal para que te salgan todo tipo de granos con el exceso de conservantes. Insisto: para mí no es más que una ventaja porque así no se me ocurrirá comprar. Y además hay otro elemento favorable: cuando viajo a algún pueblo, disfruto mucho más al comerme algún dulce hecho... como se debería seguir haciendo, con primor, con amor. (Tampoco quiere decir que en los pueblos todo el monte sea orégano. Ni mucho menos).
Pero el pan que tengo que comprar en el barrio es sencillamente malo. Dice el letrero, como puede leerse en la foto, que viene de Alfacar, pueblo famoso por su tradición panificadora. Pero yo creo que o bien perdió esa tradición, o bien lo dicen porque queda bastante bien, pero en realidad el pan lo hacen en un taller textil clandestino. Es un pan malísimo. Aún así, a veces no queda más remedio que comprarlo, pero no cuentes con él antes de las 9 de la mañana: lo traen mucho más tarde. Así que todo el placer de comerte tu pan el sábado por la mañana, con un chococale VALOR a la taza y leyendo la prensa, se tiene que postergar a después de las 10.
Todo ha cambiado.
A peor.
Si pudiera, iría a Guadix o a Exfiliana dos días a la semana a comprarme el pan que necesito, un pan delicioso, cocido en horno de leña y que te dura perfectamente una semana. Lo pobré porque me lo traía una amiga que vivía allí. Cuando tenga coche, alguna vez lo haré: iré a Guadix solo por el placer de compar buen pan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario