viernes, 2 de noviembre de 2007

Jaulario

Entre el Edificio de Tráfico y el colegio Padre Manjón nos encontramos esta expresionista fachada. Más que una fachada, parece una condena, un castigo, una prisión, una jaula, una venganza. Desconozco quién tiene la mala suerte de no poder vivir en otro sitio. Es una pena; me compadezco. Es la fealdad aliada con la represión, con los malos materiales, con el cutrerío, con el miedo. Es lo peor: vivir en un piso bajo pequeñísimo con una terraza enjaulada. ¿Para qué construyen la terraza? ¿Sólo para que vivan los herreros? Eso no es calidad de vida. Es una metáfora del mundo en que vivimos: del miedo y de la desconfianza hacia el prójimo. Todo está mal planteado: no deberían haber construido viviendas así, pero sobre todo nadie debería habérselas comprado a los constructores. Todo invita a alejarse de estos lugares, a no volver a poner los pies en las inmediaciones, a convertir estas calles en vías aún más marginales. ¿Qué remedio queda para suavizar esto? Lo más eficaz, reducirlo a escombros. O hacerle una reforma. O ponerle unos paneles que escondan semejante despropósito.
Esto es una muestra de lo que NO quiero para mi barrio. Aquí somos personas, no bestias pardas.

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