viernes, 21 de septiembre de 2007

Floristas

En el barrio tenemos al menos una floristería, la floristería Raysa, situada en un soportal junto a una ferretería -un establecimiento igualmente necesario- y Correos, al principio de la avenida de Joaquina Eguaras. Es lo que tienen los barrios: que no salimos de un escaso perímetro.
Ser florista es un oficio poco usual. Sin embargo, debe de resultar muy satisfactorio. Vender plantas, informar sobre ellas, los nombres extraños, los cuidados que requieren, la floración... Las plantas dan vida y color a las casas, sobre todo, a las casas de solteros o de personas que, sin serlo, viven solas.
Esta floristería la lleva un matrimonio con hijos pequeños. Son muy agradables; él tiene los ojos muy azules, ella es estilosa, delgada. La verdad es que el local no invita a entrar y observar las flores que podrías llevarte a casa: es un local pequeñito, con poco escaparate. Pero lo cierto es que aquí no existe la costumbre de comprar flores sin una razón de peso. Y estaría bien: comprar flores porque llega el fin de semana, porque inauguramos el mes, porque acabas de limpiar la casa y todo está que reluce de limpio, porque tienes invitados a cenar, porque te van a visitar tus padres u otros miembros de la familia, porque viene un amigo a tomar café y a escuchar música, porque te vas a quedar toda la tarde sentado en la butaca, al sol, leyendo con las Variaciones Goldberg, de fondo. Las flores acompañan y alegran por su color -en general, no huelen a nada-.
Pues eso: hay que comprar flores y celebrar cualquier motivo para la alegría, por pequeño que pueda parecer.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Los ex cines del barrio

En esta esquina del centro comercial Alcampo -ya saben, el mascarón de proa del barrio- estaban situados los cines del barrio. No sé cuándo los abrieron, pero lo que sí sé es que ahora va a hacer un año desde que los cerraron. Eran 15 salas que proyectaban cine comercial, salvo honrosas excepciones, siempre en versión doblada. La versión original no existe en esta ciudad. El local tenía lo peor de esta manera de concebir el cine: puesto de palomitas de colorines, vasos de refresco carbonatado del tamaño de un tambor de Colón y no sé si incluso gofres chocolateados. En fin, que resultaba casi una herejía ir al cine sin entrar masticando a dos carrillos. A pesar de todo, me gustaba ver la programación y los horarios. Tenían sesión golfa los fines de semana. No solía ir mucho porque los títulos, en general, eran bastante prescindibles, pero al menos un par de ellos al mes podían salvarse. Ahí vi Alatriste, Bienvenido a casa, Ocean's twelve o Como una imagen.
Ahora no hay nada, excepto las viejas escaleras metálicas exteriores en esa esquina aún más fea que el resto de la explanada porque está justo enfrente de la salida del aparcamiento en superficie y del subterráneo. ¡Un auténtico horror!
Dentro han diseñado un espacio para consumir más: más coca-cola, más palomitas, más trozos de pizza precocinada... No sé si han reservado también un espacio para el esparcimiento de los niños.
En fin, antes por lo menos estaban los cines y eso atraía a otro tipo de público y le daba cierta vida a todo el recinto a partir de las 22h. Me gustaría recuperar aquella torpe programación: menos da una piedra.
¡Queremos cines en el barrio!

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Correos

En el barrio estamos bien provistos de una sucursal o estafeta de Correos. Cada vez se escriben y se reciben menos cartas, pero Correos y los carteros son una institución que no puede desaparecer. Hay toda una poética ligada a las cartas que se reciben, a todo lo que se cuenta en ellas y que no nos atreveríamos nunca a decir de viva voz; cartas que llegan desde muy lejos, desde Chicago, por ejemplo, o tarjetas enviadas desde las islas Seychelles.
Cartas de amor, como cantaron Vainica Doble en los 70, o cartas de desamor: "C'est fini. Au revoir". Cartas tediosas, plomizas, sin substancia que merecerían ser reescritas con un poco de deseo y quizá de inspiración. Es lo que ocurre en la película cubana Nada +. Escribanos del siglo XX, como en Estación Central do Brasil, como en ¿Qué he hecho yo para merecer esto? o como la madre de Pedro Almodóvar, allá en el pueblo manchego, donde escribía cartas dictadas pero sobre todo mejoraba en la lectura las cartas de vuelta: "Dele usted un fuerte abrazo a la abuela y dígale que acuerdo mucho de ella", aunque el sujeto en cuestión ni la mencionara.
Correos sirve ahora para que los inmigrantes envíen el dinero que se trabajan aquí y que cubren la falta que dejaron allá en la República Dominica, en Perú o en Ecuador. Se envían regalos con los que sorprender a las personas que uno quiere. Se hacen pedidos de ropa, aunque resulte un anacronismo: Venca me sigue pareciendo muy divertido porque es Venta por Catálogo pero en Alemania en los 80.
El personal de la estafeta de Joaquina Eguaras es muy amable y competente. La oficina ha sido remodelada en los últimos años en varias ocasiones, pero yo todavía no he logrado alcanzar la lógica de esas obras. Quitaron una mampara de cristal grueso de separación entre el personal y el público. Se trata de una oficina pequeñita, pero con bastante movimiento. Tienen expuestos algunos sellos de colección y productos de promoción como el juego de maletas Sansonite. Me parece que también funcionan como banco, aunque creo que ya desapareció la antigua Caja Postal. Desde hace un tiempo cambió la ley, y en Correos ya no tienen potestad para testificar que un documento ha sido enviado dentro del plazo exigido: antes se podía dejar abierto para que Correos lo sellara, y eso era prueba válida de que se cumplía el requisito de la fecha.
A diferencia de otros servicios, Correos se caracteriza por su seriedad y eficacia. Parece que se paralizó el proyecto de destrucción de la reputación de esta institución que tenía por finalidad acallar las previsibles protestas de la opinión pública ante la privatización del servicio.

martes, 18 de septiembre de 2007

Granada 13

Pues ha llegado la hora de buscarle un local en el barrio al Séptimo Arte alternativo, y en la avenida Joaquina Eguaras encontramos este. Yo creo que aquí se podría abrir una sala de cine ajena a las multinacionales y a esa nueva ley de cine que tantos profesionales del sector rechazan.
Sería una sala de unas 150 butacas, con una pantalla apropiada para las dimensiones del local y una proyección exquisita: buen sonido, insonorización, buen foco, cuidada decoración y cuidada selección musical antes de que empezara la película... La programación correría por cuenta de un consejo de programación compuesto por un grupo de personas que amaran el cine, que se asesoran con reputados profesionales, gente que viajara a festivales y explicara a productores y a directores en qué consistía este proyecto de cine en un barrio que lucha por convertirse en otra cosa, en un espacio de convivencia e intercambio cultural. Por supuesto, las sugerencias del público serían estudiadas y tenidas en cuenta a la hora de elaborar esta programación.
El nombre le viene porque este es el distrito 13 y porque antes hemos tenido en Granada una ventana de aire fresco cinéfilo en el cine Granada 10, recién -¡ojalá!- rehabilitado. Por lo demás, nos fijaríamos en lo que fueron los cines Alphaville, ahora reconvertidos en Cines Golem, en la milla de oro del cine en VO de Madrid. Hojas de sala, una pequeña librería-tienda de souvenirs cinéfilos; películas de estreno, como Persépolis, un film de animación que representa a Francia en los Óscars, a pesar de estar dirigida por una directora iraní; recuperación de filmes necesarios como Los atracadores, Plácido, Una giornata particolare, Léolo, Cenizas del paraíso o Las invasiones bárbaras; películas divertidas como Zoolander, El gran Lebowski o Mujeres al borde de un ataque de nervios; películas bonitas que nutren la alegría de vivir como Desayuno con diamantaes o El perro del hortelano; películas que nos retratan como Cocina y dependencias o Como en las mejores familias; películas polémicas como Los idiotas, Dancer in the dark o La pelota vasca.
Ciclos de Stanley Donen, Douglas Sirk, Hitchcock, Bette Davis, Cary Grant, Catherine Deneuve, Patrice Chéreau, Luis Berlanga, Jerónimo Mihura, Edgar Neville, Conchita Montes, Carmen Maura, Chus Lampreave, Amelia de la Torre, Concha Velasco, José Orjás, José Luis López Vázquez, Julia Caba Alba, Candela Peña, Maurice Pialat, Fanny Ardant, Gérard Depardieu, Agnès Jaoui, Vanessa Redgrave, Tim Robbins, Sean Penn, John Waters, Bertrand Tavernier, Ángela Molina, Luis Buñuel, Carole Bouquet, Cecilia Roth, Agnès Varda...
En fin, soñar no cuesta nada.
Granada -y no solo el barrio- es una ciudad inquieta que merece un mejor trato cinematográfico. La oferta actual es sencillamente siniestra desde que cerraron el cine Aliatar -tampoco antes era para tirar cohetes. Es cierto que el local necesitaba una reforma integral y que seguramente no era rentable, pero allí hemos seguido yendo hasta el final y no solo de rentabilidad vive el hombre. Tenemos la esperanza de recuperar ese cine. Y también el cine Goya de la calle Puentezuelas, un local abandonado actualmente. Hago una llamada -una súplica- a Enrique González-Macho, responsable de Alta Films y de los cines Renoir de media España, para que venga a Granada a salvarnos del páramo cinematográfico en el que nos encontramos. Y si quiere empezar por mi barrio, miel sobre hojuelas.

martes, 11 de septiembre de 2007

Torre, reloj y espejos

Quienes vivimos en el barrio, estamos deseando que se termine este edificio de oficinas de la Junta de Andalucía y que empiece a funcionar. No sabemos nada sobre la fecha de acabado, pero parece que, con la mirada juntil puesta en las elecciones autonómicas de marzo próximo, se han dado las órdenes oportunas para que esta obra no se convierta en El Escorial II. Y así, desde primeros de septiembre, se observa un cierto frenesí de obreros y grúas, por lo que es de prever que tendremos inauguración oficial en los próximos meses. La ocasión para sacarle a Chaves, cuando venga a cortar la preceptiva cinta, uno de esos pisos que él a su vez se saca de la chistera.
Tampoco sabemos nada de los servicios que va a acoger este gran edificio, con mucho gusto por el espejo, como se deja ver. ¿Servicios sociales, vivienda, ética y estética...? No lo sabemos.
Lo que sí se sabemos es que subirá la densidad de población funcionarial en el barrio, esa gente que gusta de tomarse sus buenos 45 minutos para desayunar, y ya puestos, hago también la compra, total, son 15 minutos más, si es aquí al lado. Pues este es el lugar indicado para ello, porque si algo florece con envidiable turgencia en el barrio son los centros comerciales, desde los más discretos, como Dani o Día, hasta el rey por antonomasia, el pionero, el imbatible Alcampo, pasando por Mercadona y Ldl. Y la gente del barrio, que no pierde ripio, se ha apresurado a abrir bares hasta debajo de las piedras. Y creo que todavía no se han detenido los avances en lo que a bares se refiere. A mí me gusta, a pesar del nombre, Quirri, que pone unas tapas buenas y con cuidada presentación.
El edifio ocupa toda una manzana, a la espalda de Alcampo, junto al Día, al final de la avenida de Joaquina Eguaras. Al parecer, en la parte trasera preparan un enorme aparcamiento subterráneo. Supongo que en la superficie pondrán los preceptivos macetones para cubrir la cuota de verdor a la que se sienten obligados, a menos que se les ocurra pintarlo de verde para dibujar en el suelo una gran bandera de Andalucía.
En fin, en cualquier caso, es una buena dotación para el barrio, un impulso que nunca viene mal. Esperamos pues que nuevas gentes lleguen, que todos nos mezclemos y que surjan nuevas oportunidades para todos.

domingo, 9 de septiembre de 2007

Camping Motel Sierra Nevada

Esta es, para mí, la joya de la corona del barrio, el Camping Motel Sierra Nevada. Está situado en la carretera de Jaén, justo enfrente de Alcampo y a menos de 500 metros de la Estación de Autobuses. Todo un vergel, un reducto para la expansión, que se ha ido quedando dentro de la ciudad, acogotado ante el avance imparable de las grúas, del cemento y del ladrillo, de los coches -y subproductos como los quads- y del consumismo voraz de su vecino de enfrente.
Siempre me ha llamado la atención el uso de la palabra "motel": suena a escenario norteamericano, a lugar para las andanzas de Sailor y Lula, la pareja inventada por Barry Gifford. Y bueno, esa es la estética que luce.
Nunca he tenido la ocasión de acampar aquí; vivo cerca y sería absurdo. Pero sé que es un lugar que cuenta con buenas dotaciones y que ha recibido numerosos premios por la calidad de sus prestaciones, ya desde los años 70, tal como puede leerse en las placas que luce en la fachada.
Tiene dos piscinas de uso restringido para los campistas: es un requisito imprescindible. Alguna vez han tenido que sacar a alguna señora del barrio empeñada en saltarse las normas a la torera y que, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, se ha tirado en plancha a una de las piscinas, con su bambo de fantasía, su pelo tintado y sus chanclas de no menos colorines. Al parecer, solo atendió a razones para salir de la piscina cuando los socorristas la amenazaron con obligarla a hacer largos durante todo el día, lo que le pareció un precio demasiado alto que no estaba dispuesta a pagar.
Me pregunto cómo ha sobrevivido este oasis milagroso al acecho sin escrúpulos de los depredadores de cualquier vestigio verde en la ciudad: sin duda representa un terrero muy apetecible para los dioses del hormigón. ¿De cuántos bloques estamos hablando? ¿Y plantas? ¿Y pisos por planta? O estudios para los estudiantes del campus de Cartuja. ¿Y en términos de plazas de garaje? Me pregunto si, por maravilla, goza de alguna protección especial.
Al menos, para quienes no acampamos allí, la terraza y el restaurante sí son de acceso público, y durante las noches de verano se está en la gloria con una cerveza fría y es frescor de los árboles y la piscina. Lo que no me gusta es que también aquí las sillas y las mesas sean de plástico proporcionadas por una marca publicitaria. Pero puedo transigir con ello, a cambio de que este camping motel siga durante muchos años en su actual emplazamiento. Es mi sitio favorito del barrio.

sábado, 8 de septiembre de 2007

El jardín de los bonsáis

Este es un árbol cualquiera del Paseo de la Fama de mi barrio, es decir, de la Avenida de Joaquina Eguaras que evocábamos ayer. Es un árbol que no es árbol, es un árbol sin nombre -como el poema de Elena Martín Vivaldi-, aunque en realidad sea otro castaño de Indias más que se ha quedado en maceta grande, en un árbol de chichinabo, en un árbol raquítico.
Yo no sé en qué piensan los políticos municipales. Bueno, se me ocurren mil cosas, desde que simplemente no piensan, hasta que pierden el sueño buscando la cola arábiga que les mantenga por más tiempo pegados al sillón. ¡Ah, los políticos municipales: ¡qué pereza! ¡Qué cutres, qué catetos, qué mal gusto para vestir, qué profusión de mechas, qué trajes que parecen que se los han tirado desde una avioneta de la base de Armilla! En fin, los políticos municipales y yo no pertenecemos al mismo mundo, al menos mientras no me demuestren lo contrario.
Pero estoy harto de ver que las (inacabables y crematísticas) obras primero sacrifican un montón de árboles -véase el caso de la Avenida de la Constitución-, y luego los responsables tratan de acallar las protestas con unos alcorques de reducido distrito que además cubren de cemento y que están muy bien para una planta rastrera, para un geranio, para un poto, para un cactus, pero no para un árbol poderoso que dé sombra, que refresque la ciudad, que la oxigene, que le dé verdor.
Los de la Avenida de Joaquina Eguaras ya han dado de sí todo lo que podían dar; son árboles de media asta: nunca podrán dar una sombra que desafíe al calor canicular de julio. No tienen distrito debajo en el que sus raíces se pierdan en busca del sustento. Lo mismo -o peor- pasa en el Paseo Tete Montoliú, en el lateral de Alcampo, el verdadero centro neurálgico del barrio. Está poblado de arbolitos, de arbustos, de bonsáis. Y lo mismo está ocurriendo en el tan cacareado bulevar de la Avenida de la Constitución: podía ser un pulmón en el centro de la ciudad, y se va a quedar en una monada fallida, una fantasía de Barbie y Kent donde la mitad de los árboles se han secado porque no pueden respirar, porque no tienen espacio en el que desplegar sus raíces, porque no tienen tierra, y el cemento, el oro gris de hoy, no entra en la dieta vegetal, por muy espartano que sea un árbol. Antes son los coches y los aparcamientos subterráneos que los árboles. ¡Faltaría más! Francamente, para este resultado, cualquier patán vale para político.
Las nunca suficientemente ponderadas Vainica Doble tenían una canción de principios de los 70 que hablaba ya de todo esto. Se titula "Agáchate que te pierdes" y no es la única en la que desgranaron su sensibilidad con el medio ambiente.
Yo lo que quiero es un paseo de árboles como secuoyas, de árboles cuya copa no vea desde el suelo, no un parque de bonsáis. Al bonsái no le encuentro la erótica por ningún sitio, al menos en un espacio público -de tejas para abajo yo no me meto.
¿Hay todavía alguna solución?

viernes, 7 de septiembre de 2007

Mercadillo y Rastro en domingos y festivos

Esta es la Avenida de Joaquina Eguaras: es la arteria que vertebra el barrio, y debería estar más mimada en sus dotaciones, en la arboleda y en sus atracciones.
Joaquina Eguaras (1897-1981) es un buen nombre para cualquier calle, plaza, biblioteca o centro cultural. No en vano ella fue una de las primeras mujeres intelectuales de la Granada contemporánea. Hizo Magisterio e inició en 1918 la carrera de Filosofía y Letras, lo que la convirtió en la segunda mujer universitaria de Granada. Alumna brillante, que, sin embargo, hubo de entrar los primeros días a la Facultad por la puerta de atrás, concluyó su Licenciatura en 1922 con Premio Extraordinario y Matrícula de Honor en todas las asignaturas. Sin duda, un modelo para todos los hombres, mujeres y travestis del barrio.
Y ya que tenemos la avenida con su perspectiva de árboles que podrían estar mucho más frondosos, el siguiente paso sería organizar un Mercadillo con un poco de gusto, con estilo, con unas exigencias mínimas de calidad y de presentación, con unas estructuras sólidas en las que instalar las carpas, los mostradores, la oferta de artículos.
Podríamos encontrar desde productos de delikatessen, rincones del gourmet a productos artesanales: salazones, repostería, pan de Esfiliana -o buen pan, simplemente, y no ese que venden en la panadería de al lado de mi casa y que parece goma de mascar-, melocotones de Purullena, aguacates y chirimoyas de Almuñécar, chorizo de Noalejo, espárragos de Huétor Tájar, roscos de Loja, piononos de Santa Fe, quesos de La Alpujarra, aceite de las almazaras de Montillana y Benalúa de las Villas, hortalizas de la vega, flores, mascotas, cerámica de Fajalauza, además de todo tipo de productos foráneos o especialmente frecuentes en la gastronomía de los ciudadanos extranjeros que residen en nuestra ciudad: soja, pasta china, fríjoles...
A la vez también serviría de Rastro para venta de libros, discos o artículos variados de segunda mano; artesanías de cuero o madera, muebles y objetos de decoración que no tienen cabida en las mudanzas, grabados, antiguallas que dejaron de gustarnos -el teléfono de baquelita negra de la tía Enriqueta, etc.
Sería una opción frente a quedarse durmiendo los domingos por la mañana.
Pero además, los bares de los alrededores podrían sacar sus mesas -mesas con cierto empaque, por favor: ya está bien del cutrerío de mesas de plástico de la coca-cola o de San Miguel- y sacarse unos cuartos con los desayunos y el aperitivo. Y nos serviría para hacer un poco de ejercicio, que tanta falta nos hace. (Ya saben que también esta avenida lleva como sobrenombre "avenida del colesterol").
Quizá con el tiempo lo veamos, pero tenemos que pedirlo, solicitarlo, sugerirlo o incluso exigirlo.
(Sus propuestas y sugerencias son bienvenidas. Gracias)

jueves, 6 de septiembre de 2007

Talleres de Artistas

Aquí empieza un nuevo espacio que pretende promocionar y ofrecer ideas para mejorar y sanear mi barrio, Almanjáyar. Deseo que el barrio en el que vivo ofrezca razones o alicientes para ser visitado, y que no solo sea noticia por estar catalogado como zona de especial dificultad o zona marginal por los Servicios Sociales, debido a la tasa de analfabetismo y de fracaso escolar, a las reyertas de clanes, a la gente que va vestida por su peor enemigo, a los atracos, a todos esos asuntos que hacen las delicias de la página de sucesos del periódico. Toda propuesta y comentario al respecto serán bienvenidos. Estas naves, ahora en manos de las chatarrería y de las fantasías chinoises, están situadas enfrente del Hospital de Traumatología. Cuando paso delante de ellas, me las imagino como un centro de artistas: pintores, escultores, forjadores, dibujantes, videoartistas, músicos, ceramistas... Trabajarían en espacios diáfanos iluminados por esos grandes ventanales. También me imagino algún loft neoyorquino en la parte de arriba, pero eso sería un lujo, y no estamos en Nueva York. Fachada pintada y recuperada. Periódicamente se organizarían Jornadas de Puertas Abiertas para que estos artistas mostraran sus trabajos y tuvieran la oportunidad de vender. En la azotea, se instalaría un bar con una gran terraza, buena música (Gotan Project, por ejemplo, o algún grupo de los que podrían ensayar abajo en locales insonorizados), lugar de reunión para favorecer las relaciones sociales en el barrio, entre los artistas, los visitantes y los vecinos, y lugar también para la reflexión, para el debate, para la crítica, para la construcción (sin hormigón). En las noches de verano también tendría cabida un cine en el que se proyectarían películas de calidad, como Los Espigadores y la espigadora, de Agnès Varda.
Personalidades del sector vendrían para dirigir debates sobre el arte, su poder y su necesidad. Todo esto es posible en Granada.