sábado, 15 de diciembre de 2007

Estación de Autobuses

Otro de los puntales del barrio, junto al centro Comercial Alcampo y la avenida Joaquina Eguaras, es la Estación de Autobuses, situada en la carretera de Jaén. No quiero cebarme en críticas a la Estación, pero sí es cierto que podrían haberse previsto una serie de cuestiones para que funcionara mejor.
Por el momento, la Estación solventa las necesidades de los usuarios, sin que sus prestaciones sean para tirar cohetes tampoco. Ofrece una serie de servicios como consigna, cafetería, bancos donde sentarse, cajeros automáticos, aseos... Pero hay que decir que en determinados momentos de mayor tránsito viajero los vestíbulos y las ventanillas no dan abasto para albergar y atender al público. Esta circunstancia debería haber sido prevista cuando se inauguró la estación hace unos años. Pero está visto que esa mínima previsión de futuro no la tiene ninguno de los profesionales que se dedican a modernizar las estaciones de autobuses en la mayor parte de España (no conozco toda España). No hay más que subir en Continental Auto y bajarse en la Estación de Méndez Álvaro de Madrid, un sitio cutre, cochambroso, mugriento y agobiante. Aquella estación, que se inauguró en 1997 para cerrar la estación de Palos de la Frontera, igualmente cutre y mugrienta, se quedó pequeña a los 5 minutos de cortar la cinta.
Por el momento, la estación de autobuses de Granada no da asco. Bueno, eso es algo que tenemos ganado respecto a la citada estación de Madrid. Pero no hay que descuidarse.
En lo que respecta a la atención al público, la cosa falla. Hay que ir con mucho aplomo para no salir escaldado tras formular en la ventanilla de "Información" una simple pregunta como: ¿Me puede decir los horarios de la Consigna?" La respuesta puede oscilar entre:
- Vaya a preguntarlo a la consigna; yo no los sé.
- Esto es información de Alsina Graells, así que tiene que preguntar en otro sitio...
- Pues no tengo ni idea. Ahora te llamo, Maripepa, que la gente no te deja tranquilo ni un momento...
Lo cierto es que el volumen de trabajo en la estación tiene altos y bajos muy pronunciados, y el personal no es reforzado en los momentos de mayor trasiego. A eso se unen las frustraciones personales y el descaro de gran parte del público. Pero entre todos, las cosas podrían hacerse mejor.
Se necesita, pues, una ventanilla única de Información Global, con los horarios y teléfonos de todas las compañías que llegan y salen de la estación. Tiene que haber folletos claros con esta información. Y también se puede ofrecer la información turística sobre la ciudad. Los viajeros que llegan a Granada tienen que tener un buen recibimiento, y la cacareada malafollá granadina no puede ser la carta de presentación. ¡Ya está bien!
Los aseos tienen que ser mucho más modernos e higiénicos. La cafetería también tiene que modernizarse y ofrecer productos de calidad.
En el exterior, frente a las dársenas, tiene que haber más bancos; resultan insuficientes.
En temporada alta, en vacaciones y puentes, las ventanillas de venta de billetes tienen que funcionar la 100%. La fluidez ayuda a calmar los nervios y a que todo transcurra con más agrado.
El personal de la estación tiene que tener claro que no puede responder al público como si le hablara a delincuentes comunes, y que dentro del sueldo se les exige una dosis mínima de simpatía y don de gentes. Si no, fregar escaleras en un sótano puede ser un buena opción laboral: allí no tienen que tratar con nadie.
Y los viajeros tienen que empezar a prever sus viajes y a comprar sus billetes con cierta antelación. Asi podrán apurar hasta el último minuto comprando en el Alcampo. Pero lo que no es de recibo es llegar cargados como mulas a la cola, resoplando, exigiendo, queriendo colarse y amenazando a los taquilleros porque van a perder el coche para Bogarre.
A ver si pueden dedicar un poquito de presupuesto para solventar estos detalles y así evitar que la estación se convierta en un lugar inmundo.

sábado, 24 de noviembre de 2007

Camarerías

En otra de las múltiples esquinas de la avenida Joaquina Eguaras encontramos este bar. O bareto. He ido un par de veces: es un bar correcto, pero le falta personalidad, tener un poco de estilo, un mínimo estilo. Para empezar, el nombre me parece bastante absurdo, como nombre de cadena de televisión o como nombre de bar. El trato de los camareros -camareras, cuando yo he ido- es bueno, correcto, normal. A mí me habría gustado un pelín de apuesta por la simpatía gratuita, pero entiendo que pedir eso a veces es pedir demasiado.
En el barrio hay muuuuuuuuuuuuchos bares. Los nombres absurdos prolifera: llamar a un bar "Los cuñaos" o "Quirri" no demuestra precisamente un torrente de imaginación. Pero el "Quirri" me gusta mucho, tanto para desayunar como para el aperitivo. Cuando he ido, siempre me han atendido dos chicas, una encantadora, la otra más seca, pero correcta.
Aprovecho esta entrada para poner a caer de un burro a la mayoría de los camareros que me han atendido últimamente en el centro de la ciudad. Creo que muchos de ellos -sean lo que sean en su vida civil, aunque si trabajas de camarero, aunque sea momentáneamente, ERES camarero en ese momento- deberían dedicarse a otros menesteres, por ejemplo, a fregar escaleras en un sótano, a inyectar gasificante E-520 en las bolsas de cortezas o a cualquier otra ocupación que no exija un contacto con el público. Pero si eliges tener contacto con el público, deberías abrir las orejas y los ojos, tener un poco de psicología para detectar a quien tienes delante y no ser gratuitamente un borde o un maleducado.
Yo hago una apuesta por la buena educación. Últimamente he tenido varias experiencias negativas con los camareros aficionados de varios bares del centro. ¡Con lo fácil que es ser agradable y atenderme a mí! Esta gente debería ver El lado oscuro del corazón para enterarse de lo que se le puede pedir a un camarero. Total, que tras cada experiencia negativa pongo en la lista negra el bar en cuestión. No se me volverá a ver de nuevo en "La bella y la bestia", un bar donde te ponen las copas sucias y se quedan tan panchos. A cambio, un señor de Ciudad Real, por lo visto, recién escapado de un cotolengo, te cuenta una historia para dormirse de pie sobre las calidades del Rueda frente al Rioja, aunque tú hayas pedido un Rioja. Mira, tío, limpia las copas y pasa de rayarme. Además, a voz en grito, te pide el importe de la consumición antes de que te haya dado tiempo a tocarla. Yo no le monto ningún pollo, eso sí, le lanzo una mirada inteligente que significa "Eres un impresentable", le pago la copa y la limpio con una servilleta de papel. Y simplemente no vuelvo a poner allí los pies.
No es el único bar. También en el Café Bohemia las rastas han lograr cegar por completo a unos de los camareros. ¡Chico, las rastas no lo son todo en la vida! Cuando le digo lo que quiero tomar, me responde que ahora vendrá a la mesa a tomarme nota. Cuando pasa media hora sin atenderme, mi acompañante -chica-, le hace una seña y acude. "No os había visto". "He ido a pedirte lo que quería hace 20 minutos". "Es que yo no puedo acordarme de todas las caras..." "La próxima vez vendré con una nariguera inca y un plato encajado en el labio inferior. Quizá así se te quede mi cara..."
Pero ya me gustaría que en el barrio hubiera un café como el Café Bohemia, con estilo, con buena música, bien decorado, con camareros a los que si le pides un irlandés no les crees una confusión que le puede durar semanas. En fin, un bar al que poder irme a leer y esperar a alguien, en lugar de quedar con la gente siempre en el centro.
¡Vecinos, animaos a poner un CAFÉ DE LAS ESTRELLAS!

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Chinoiserie

En nuestro barrio, como en botica, hay de todo, y cuando digo todo, eso incluye un "cutre-inglés" chino. Vaya por delante que yo detesto estos centros del mal gusto y los productos de mala calidad. Es decir, que si me pierdo, a mí no me encontraréis en uno de estos sitios con un olor a plástico que tira para atrás. Y las fantasías chinas de figuritas, de colores pastel y de artículos imaginados por mentes retorcidas pueblan mis pesadillas. En resumen, estoy contra estos templos de la fealdad.
Esta chinoiserie se encuentra situada en plena carretera de Jaén, justo enfrente de la estación de Autobuses, y es enorme. Serán unos 500 metros de exposición con relojes de cuco, fuentecillas con circuito permanente, alfombrillas para el baño, toallas-manta con algún estampado realmente infame, figuras de jirafas de tamaño natural, plásticos en todos los colores y formas (posibles e imposibles), productos de limpieza que seguramente no han pasado ningún control de calidad -de hecho, no lo han pasado-, aparatos eléctricos para la iluminación que pueden ser de uso único (es decir, los enchufas y te alumbran la habitación porque inmediatamente salen ardiendo literalmente)... Me es difícil hacer un inventario preciso de los artículos locos que se pueden encontrar allí sin volverme yo a mi vez literalmente loco.
Bueno, con todo esto quiero decir que a mí estos sitios me parecen un paso atrás. Todo ha ido cambiando para peor. Los productos artesanos ya no cuentan. Todo es plástico. Las tiendas de toda la vida han tenido que ir cerrando ante la competencia desleal de las grandes superficies, de los centros comerciales mastodónticos y de las chinoiseries. Hemos perdido la oportunidad de charlar con el señor Frasquito, que nos arreglaba los zapatos y los dejaba como nuevos. O con Maruja, la señora de la droguería. O con Mari Pepa, que llevaba la papelería del barrio y traía cuadernos de tapas rígidas de Miquelrius. O con Rosa, que tenía 67 años y llevaba el pelo teñido de naranja como una cabaretera, pero ¡qué pan más rico que vendía!
Ahora todo es impersonal. Estos pobres chinos no tienen muchas ganas de contar la vida de miseria que han dejado en China (ni tienen por qué hacerlo), y además tienen un dominio limitado de la lengua de Cervantes, así que poca conversación se puede establecer con ellos. Eso por no hablar de la desconfianza que les produce cualquier persona, teniendo en cuenta las noticias que destapa de vez en cuando la prensa. Total, que todo acto de comunicación con ellos se reduce a "¿Cuánto? 15 euros".
El único consuelo que me queda es que esta gente por lo menos ha escapado de una vida ruinosa, y con todo lo que curran sin duda tendrán un presente mejor y un futuro prometedor para sus familias. Todo ello a cambio del mal gusto imperante en sus tiendas. ¡Qué se le va a hacer!

sábado, 3 de noviembre de 2007

Plaza del Pintor Isidoro Marín

Vaya usted a saber quién es el pintor Isidoro Marín. Supongo que tendría que hacer una investigación al respecto; pero tampoco estaría de más que el ayuntamiento -o el responsable de adjudicar los nombres de las vías públicas- se hubiera tomado la molestia de explicarlo y de prever una placa con unas cuantas líneas, sin faltas de ortografía, glosando su figura. Así que estoy en todo mi derecho de inventarme una personalidad para este artista que da nombre a una de las plazas del barrio, en concreto, la plaza que se ve en la foto.
No sé yo si el hombre estaría muy contento: esto no es plaza ni es nada. Bueno, sí, es un aparcamiento. En ese caso, sería más apropiado que la placa dijera: "Aparcamiento del Pintor Isidoro Marín". Como aparcamiento, lo tiene todo: asfalto, espacio, polvareda, manchas de aceite, coches, camiones, remolques, furgonetas, etc. Y también mesas y sillas de plástico en las terrazas de los bares con olor a fritanga de la zona. En fin, un sitio donde no pasear.
Entiendo que una plaza es otra cosa. Quizá habría que empezar por definirlo. Una plaza es un lugar de esparcimiento, un lugar tranquilo para el encuentro, para la comunicación entre los vecinos y los visitantes. Una plaza NO es un lugar para aparcar ni para hacer piruetas con el quads de turno ni para poner el coche tuneado con una música ratonera.
La Asociación de vecinos del barrio me ha asegurado que existe el proyecto de adecentar esta plaza, tal como han hecho con la plaza gemela próxima a la carretera de Jaén. A ver si lo hacen de verdad.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Jaulario

Entre el Edificio de Tráfico y el colegio Padre Manjón nos encontramos esta expresionista fachada. Más que una fachada, parece una condena, un castigo, una prisión, una jaula, una venganza. Desconozco quién tiene la mala suerte de no poder vivir en otro sitio. Es una pena; me compadezco. Es la fealdad aliada con la represión, con los malos materiales, con el cutrerío, con el miedo. Es lo peor: vivir en un piso bajo pequeñísimo con una terraza enjaulada. ¿Para qué construyen la terraza? ¿Sólo para que vivan los herreros? Eso no es calidad de vida. Es una metáfora del mundo en que vivimos: del miedo y de la desconfianza hacia el prójimo. Todo está mal planteado: no deberían haber construido viviendas así, pero sobre todo nadie debería habérselas comprado a los constructores. Todo invita a alejarse de estos lugares, a no volver a poner los pies en las inmediaciones, a convertir estas calles en vías aún más marginales. ¿Qué remedio queda para suavizar esto? Lo más eficaz, reducirlo a escombros. O hacerle una reforma. O ponerle unos paneles que escondan semejante despropósito.
Esto es una muestra de lo que NO quiero para mi barrio. Aquí somos personas, no bestias pardas.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Buen pan

La avenida Joaquina Eguaras ofrece espacio suficiente para acoger los más variados negocios, desde Toldos Sol y Sombra, hasta una tienda de pinturas llamada Don Color, pasando por bares variados, farmacias o cajas de ahorros. Entre los establecimientos que encontramos -prioritarios en cualquier barrio-, está este despacho de pan: Pan de Manolo. Les ha faltado precisar: el del Bombo, el de la Mariquilla o el de Trifón, por ejemplo.
Algo que echo enormemente de menos es el buen pan, el pan de verdad. He perdido por completo el gusto por mojar una sopa de pan en un huevo frito. Tengo la fortuna de que mis padres me suministran huevos de corral de gallinas en libertad y alimentadas con trigo y restos de verduras. Pero el pan tiene que ser esa especie de chicle alargado, correoso, precocido y pretodo. Es una tomadura de pelo. Todo se ha perdido en virtud del mínimo esfuerzo. Había una belleza en ir a comprar el pan por la mañana, en el olor del horno, en las maravillas que presentaban en vitrinas o baldas. Ahora todo es industrial, todo tiene una capa de barniz imitador. Por un lado, resulta de lo más práctico: así no siento la menor tentación de comprar ninguno de esos dulces de pacotilla, en los que la mano del hombre brilla por su ausencia. Antes había unas tortas de chocolate en las que el chocolate lo era de verdad: lo preparaban sobre la marcha y luego se ponía duro dentro de la torta. Ahora todo llega la misma masa industrial de chocolate, comprada en botes de 5 kilos, ideal para que te salgan todo tipo de granos con el exceso de conservantes. Insisto: para mí no es más que una ventaja porque así no se me ocurrirá comprar. Y además hay otro elemento favorable: cuando viajo a algún pueblo, disfruto mucho más al comerme algún dulce hecho... como se debería seguir haciendo, con primor, con amor. (Tampoco quiere decir que en los pueblos todo el monte sea orégano. Ni mucho menos).
Pero el pan que tengo que comprar en el barrio es sencillamente malo. Dice el letrero, como puede leerse en la foto, que viene de Alfacar, pueblo famoso por su tradición panificadora. Pero yo creo que o bien perdió esa tradición, o bien lo dicen porque queda bastante bien, pero en realidad el pan lo hacen en un taller textil clandestino. Es un pan malísimo. Aún así, a veces no queda más remedio que comprarlo, pero no cuentes con él antes de las 9 de la mañana: lo traen mucho más tarde. Así que todo el placer de comerte tu pan el sábado por la mañana, con un chococale VALOR a la taza y leyendo la prensa, se tiene que postergar a después de las 10.
Todo ha cambiado.
A peor.
Si pudiera, iría a Guadix o a Exfiliana dos días a la semana a comprarme el pan que necesito, un pan delicioso, cocido en horno de leña y que te dura perfectamente una semana. Lo pobré porque me lo traía una amiga que vivía allí. Cuando tenga coche, alguna vez lo haré: iré a Guadix solo por el placer de compar buen pan.

sábado, 20 de octubre de 2007

La Sartenilla

En una de las esquinas de la rotonda de Alcampo encontramos un resto del pasado, un pasado de hace 20 años, el cortijo La Sartenilla. Hace 20 años, el barrio en el que nos encontramos no era como lo conocemos actualmente, ni mucho menos. Era un descampado. Alcampo, el alma del barrio, como ha quedado dicho, no existía. Pero llegaron los constructores y fueron urbanizando, no siempre con buen tino. Desconozco el orden de construcción, pero poco a poco fueron apareciendo el edificio Puerta del Sol y su hermano gemelo Horizonte, el Alcampo, la avenida Joaquina Eguaras con sus árboles raquíticos, toda la fila de casas paralela a la carretera de Jaén, la Estación de Autobuses, etc.
Los constructores, supongo, habrían querido echarle el guante al Cortijo la Sartenilla, pero por alguna razón no pudieron. Eso sí, compraron terrenos que pertenecían al cortijo y menos de lo que se persigna un cura copto construyeron justo enfrente, en otra de las esquinas de la rotonda, unos cuantos bloques de pisos.
Pero La Sartenilla permanece como un oasis en el barrio, casi "como un desafío al implacable gris local" (la cita es de una canción de Vainica Doble). Se trata de un cortijo con una casa de varias plantas acondicionada para personas con dificultades de movilidad. Está encalada y tiene las persianas verdes. Desde fuera no se percibe gran cosa porque la vegetación de la verja reserva la intimidad de las miradas curiosas (por ejemplo, la mía). Tiene piscina, aparece en varios libros de cortijos de Granada. Al parecer ya ha perdido el interés para los constructores porque la ley de ordenación urbana solo les permitiría construir tres viviendas adosadas, y claro, eso no es negocio. Pero, ¡ojo!: las leyes cambian.
En todo caso, La Sartenilla sigue siendo una joya en el barrio, como el Camping Motel Sierra Nevada. Pero en el caso de La Sartenilla, se trata de una joya de disfrute privado. Al menos, ahí está. Esperemos que sobreviva a la fiebre del cemento y el mal gusto.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Floristas

En el barrio tenemos al menos una floristería, la floristería Raysa, situada en un soportal junto a una ferretería -un establecimiento igualmente necesario- y Correos, al principio de la avenida de Joaquina Eguaras. Es lo que tienen los barrios: que no salimos de un escaso perímetro.
Ser florista es un oficio poco usual. Sin embargo, debe de resultar muy satisfactorio. Vender plantas, informar sobre ellas, los nombres extraños, los cuidados que requieren, la floración... Las plantas dan vida y color a las casas, sobre todo, a las casas de solteros o de personas que, sin serlo, viven solas.
Esta floristería la lleva un matrimonio con hijos pequeños. Son muy agradables; él tiene los ojos muy azules, ella es estilosa, delgada. La verdad es que el local no invita a entrar y observar las flores que podrías llevarte a casa: es un local pequeñito, con poco escaparate. Pero lo cierto es que aquí no existe la costumbre de comprar flores sin una razón de peso. Y estaría bien: comprar flores porque llega el fin de semana, porque inauguramos el mes, porque acabas de limpiar la casa y todo está que reluce de limpio, porque tienes invitados a cenar, porque te van a visitar tus padres u otros miembros de la familia, porque viene un amigo a tomar café y a escuchar música, porque te vas a quedar toda la tarde sentado en la butaca, al sol, leyendo con las Variaciones Goldberg, de fondo. Las flores acompañan y alegran por su color -en general, no huelen a nada-.
Pues eso: hay que comprar flores y celebrar cualquier motivo para la alegría, por pequeño que pueda parecer.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Los ex cines del barrio

En esta esquina del centro comercial Alcampo -ya saben, el mascarón de proa del barrio- estaban situados los cines del barrio. No sé cuándo los abrieron, pero lo que sí sé es que ahora va a hacer un año desde que los cerraron. Eran 15 salas que proyectaban cine comercial, salvo honrosas excepciones, siempre en versión doblada. La versión original no existe en esta ciudad. El local tenía lo peor de esta manera de concebir el cine: puesto de palomitas de colorines, vasos de refresco carbonatado del tamaño de un tambor de Colón y no sé si incluso gofres chocolateados. En fin, que resultaba casi una herejía ir al cine sin entrar masticando a dos carrillos. A pesar de todo, me gustaba ver la programación y los horarios. Tenían sesión golfa los fines de semana. No solía ir mucho porque los títulos, en general, eran bastante prescindibles, pero al menos un par de ellos al mes podían salvarse. Ahí vi Alatriste, Bienvenido a casa, Ocean's twelve o Como una imagen.
Ahora no hay nada, excepto las viejas escaleras metálicas exteriores en esa esquina aún más fea que el resto de la explanada porque está justo enfrente de la salida del aparcamiento en superficie y del subterráneo. ¡Un auténtico horror!
Dentro han diseñado un espacio para consumir más: más coca-cola, más palomitas, más trozos de pizza precocinada... No sé si han reservado también un espacio para el esparcimiento de los niños.
En fin, antes por lo menos estaban los cines y eso atraía a otro tipo de público y le daba cierta vida a todo el recinto a partir de las 22h. Me gustaría recuperar aquella torpe programación: menos da una piedra.
¡Queremos cines en el barrio!

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Correos

En el barrio estamos bien provistos de una sucursal o estafeta de Correos. Cada vez se escriben y se reciben menos cartas, pero Correos y los carteros son una institución que no puede desaparecer. Hay toda una poética ligada a las cartas que se reciben, a todo lo que se cuenta en ellas y que no nos atreveríamos nunca a decir de viva voz; cartas que llegan desde muy lejos, desde Chicago, por ejemplo, o tarjetas enviadas desde las islas Seychelles.
Cartas de amor, como cantaron Vainica Doble en los 70, o cartas de desamor: "C'est fini. Au revoir". Cartas tediosas, plomizas, sin substancia que merecerían ser reescritas con un poco de deseo y quizá de inspiración. Es lo que ocurre en la película cubana Nada +. Escribanos del siglo XX, como en Estación Central do Brasil, como en ¿Qué he hecho yo para merecer esto? o como la madre de Pedro Almodóvar, allá en el pueblo manchego, donde escribía cartas dictadas pero sobre todo mejoraba en la lectura las cartas de vuelta: "Dele usted un fuerte abrazo a la abuela y dígale que acuerdo mucho de ella", aunque el sujeto en cuestión ni la mencionara.
Correos sirve ahora para que los inmigrantes envíen el dinero que se trabajan aquí y que cubren la falta que dejaron allá en la República Dominica, en Perú o en Ecuador. Se envían regalos con los que sorprender a las personas que uno quiere. Se hacen pedidos de ropa, aunque resulte un anacronismo: Venca me sigue pareciendo muy divertido porque es Venta por Catálogo pero en Alemania en los 80.
El personal de la estafeta de Joaquina Eguaras es muy amable y competente. La oficina ha sido remodelada en los últimos años en varias ocasiones, pero yo todavía no he logrado alcanzar la lógica de esas obras. Quitaron una mampara de cristal grueso de separación entre el personal y el público. Se trata de una oficina pequeñita, pero con bastante movimiento. Tienen expuestos algunos sellos de colección y productos de promoción como el juego de maletas Sansonite. Me parece que también funcionan como banco, aunque creo que ya desapareció la antigua Caja Postal. Desde hace un tiempo cambió la ley, y en Correos ya no tienen potestad para testificar que un documento ha sido enviado dentro del plazo exigido: antes se podía dejar abierto para que Correos lo sellara, y eso era prueba válida de que se cumplía el requisito de la fecha.
A diferencia de otros servicios, Correos se caracteriza por su seriedad y eficacia. Parece que se paralizó el proyecto de destrucción de la reputación de esta institución que tenía por finalidad acallar las previsibles protestas de la opinión pública ante la privatización del servicio.

martes, 18 de septiembre de 2007

Granada 13

Pues ha llegado la hora de buscarle un local en el barrio al Séptimo Arte alternativo, y en la avenida Joaquina Eguaras encontramos este. Yo creo que aquí se podría abrir una sala de cine ajena a las multinacionales y a esa nueva ley de cine que tantos profesionales del sector rechazan.
Sería una sala de unas 150 butacas, con una pantalla apropiada para las dimensiones del local y una proyección exquisita: buen sonido, insonorización, buen foco, cuidada decoración y cuidada selección musical antes de que empezara la película... La programación correría por cuenta de un consejo de programación compuesto por un grupo de personas que amaran el cine, que se asesoran con reputados profesionales, gente que viajara a festivales y explicara a productores y a directores en qué consistía este proyecto de cine en un barrio que lucha por convertirse en otra cosa, en un espacio de convivencia e intercambio cultural. Por supuesto, las sugerencias del público serían estudiadas y tenidas en cuenta a la hora de elaborar esta programación.
El nombre le viene porque este es el distrito 13 y porque antes hemos tenido en Granada una ventana de aire fresco cinéfilo en el cine Granada 10, recién -¡ojalá!- rehabilitado. Por lo demás, nos fijaríamos en lo que fueron los cines Alphaville, ahora reconvertidos en Cines Golem, en la milla de oro del cine en VO de Madrid. Hojas de sala, una pequeña librería-tienda de souvenirs cinéfilos; películas de estreno, como Persépolis, un film de animación que representa a Francia en los Óscars, a pesar de estar dirigida por una directora iraní; recuperación de filmes necesarios como Los atracadores, Plácido, Una giornata particolare, Léolo, Cenizas del paraíso o Las invasiones bárbaras; películas divertidas como Zoolander, El gran Lebowski o Mujeres al borde de un ataque de nervios; películas bonitas que nutren la alegría de vivir como Desayuno con diamantaes o El perro del hortelano; películas que nos retratan como Cocina y dependencias o Como en las mejores familias; películas polémicas como Los idiotas, Dancer in the dark o La pelota vasca.
Ciclos de Stanley Donen, Douglas Sirk, Hitchcock, Bette Davis, Cary Grant, Catherine Deneuve, Patrice Chéreau, Luis Berlanga, Jerónimo Mihura, Edgar Neville, Conchita Montes, Carmen Maura, Chus Lampreave, Amelia de la Torre, Concha Velasco, José Orjás, José Luis López Vázquez, Julia Caba Alba, Candela Peña, Maurice Pialat, Fanny Ardant, Gérard Depardieu, Agnès Jaoui, Vanessa Redgrave, Tim Robbins, Sean Penn, John Waters, Bertrand Tavernier, Ángela Molina, Luis Buñuel, Carole Bouquet, Cecilia Roth, Agnès Varda...
En fin, soñar no cuesta nada.
Granada -y no solo el barrio- es una ciudad inquieta que merece un mejor trato cinematográfico. La oferta actual es sencillamente siniestra desde que cerraron el cine Aliatar -tampoco antes era para tirar cohetes. Es cierto que el local necesitaba una reforma integral y que seguramente no era rentable, pero allí hemos seguido yendo hasta el final y no solo de rentabilidad vive el hombre. Tenemos la esperanza de recuperar ese cine. Y también el cine Goya de la calle Puentezuelas, un local abandonado actualmente. Hago una llamada -una súplica- a Enrique González-Macho, responsable de Alta Films y de los cines Renoir de media España, para que venga a Granada a salvarnos del páramo cinematográfico en el que nos encontramos. Y si quiere empezar por mi barrio, miel sobre hojuelas.

martes, 11 de septiembre de 2007

Torre, reloj y espejos

Quienes vivimos en el barrio, estamos deseando que se termine este edificio de oficinas de la Junta de Andalucía y que empiece a funcionar. No sabemos nada sobre la fecha de acabado, pero parece que, con la mirada juntil puesta en las elecciones autonómicas de marzo próximo, se han dado las órdenes oportunas para que esta obra no se convierta en El Escorial II. Y así, desde primeros de septiembre, se observa un cierto frenesí de obreros y grúas, por lo que es de prever que tendremos inauguración oficial en los próximos meses. La ocasión para sacarle a Chaves, cuando venga a cortar la preceptiva cinta, uno de esos pisos que él a su vez se saca de la chistera.
Tampoco sabemos nada de los servicios que va a acoger este gran edificio, con mucho gusto por el espejo, como se deja ver. ¿Servicios sociales, vivienda, ética y estética...? No lo sabemos.
Lo que sí se sabemos es que subirá la densidad de población funcionarial en el barrio, esa gente que gusta de tomarse sus buenos 45 minutos para desayunar, y ya puestos, hago también la compra, total, son 15 minutos más, si es aquí al lado. Pues este es el lugar indicado para ello, porque si algo florece con envidiable turgencia en el barrio son los centros comerciales, desde los más discretos, como Dani o Día, hasta el rey por antonomasia, el pionero, el imbatible Alcampo, pasando por Mercadona y Ldl. Y la gente del barrio, que no pierde ripio, se ha apresurado a abrir bares hasta debajo de las piedras. Y creo que todavía no se han detenido los avances en lo que a bares se refiere. A mí me gusta, a pesar del nombre, Quirri, que pone unas tapas buenas y con cuidada presentación.
El edifio ocupa toda una manzana, a la espalda de Alcampo, junto al Día, al final de la avenida de Joaquina Eguaras. Al parecer, en la parte trasera preparan un enorme aparcamiento subterráneo. Supongo que en la superficie pondrán los preceptivos macetones para cubrir la cuota de verdor a la que se sienten obligados, a menos que se les ocurra pintarlo de verde para dibujar en el suelo una gran bandera de Andalucía.
En fin, en cualquier caso, es una buena dotación para el barrio, un impulso que nunca viene mal. Esperamos pues que nuevas gentes lleguen, que todos nos mezclemos y que surjan nuevas oportunidades para todos.

domingo, 9 de septiembre de 2007

Camping Motel Sierra Nevada

Esta es, para mí, la joya de la corona del barrio, el Camping Motel Sierra Nevada. Está situado en la carretera de Jaén, justo enfrente de Alcampo y a menos de 500 metros de la Estación de Autobuses. Todo un vergel, un reducto para la expansión, que se ha ido quedando dentro de la ciudad, acogotado ante el avance imparable de las grúas, del cemento y del ladrillo, de los coches -y subproductos como los quads- y del consumismo voraz de su vecino de enfrente.
Siempre me ha llamado la atención el uso de la palabra "motel": suena a escenario norteamericano, a lugar para las andanzas de Sailor y Lula, la pareja inventada por Barry Gifford. Y bueno, esa es la estética que luce.
Nunca he tenido la ocasión de acampar aquí; vivo cerca y sería absurdo. Pero sé que es un lugar que cuenta con buenas dotaciones y que ha recibido numerosos premios por la calidad de sus prestaciones, ya desde los años 70, tal como puede leerse en las placas que luce en la fachada.
Tiene dos piscinas de uso restringido para los campistas: es un requisito imprescindible. Alguna vez han tenido que sacar a alguna señora del barrio empeñada en saltarse las normas a la torera y que, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, se ha tirado en plancha a una de las piscinas, con su bambo de fantasía, su pelo tintado y sus chanclas de no menos colorines. Al parecer, solo atendió a razones para salir de la piscina cuando los socorristas la amenazaron con obligarla a hacer largos durante todo el día, lo que le pareció un precio demasiado alto que no estaba dispuesta a pagar.
Me pregunto cómo ha sobrevivido este oasis milagroso al acecho sin escrúpulos de los depredadores de cualquier vestigio verde en la ciudad: sin duda representa un terrero muy apetecible para los dioses del hormigón. ¿De cuántos bloques estamos hablando? ¿Y plantas? ¿Y pisos por planta? O estudios para los estudiantes del campus de Cartuja. ¿Y en términos de plazas de garaje? Me pregunto si, por maravilla, goza de alguna protección especial.
Al menos, para quienes no acampamos allí, la terraza y el restaurante sí son de acceso público, y durante las noches de verano se está en la gloria con una cerveza fría y es frescor de los árboles y la piscina. Lo que no me gusta es que también aquí las sillas y las mesas sean de plástico proporcionadas por una marca publicitaria. Pero puedo transigir con ello, a cambio de que este camping motel siga durante muchos años en su actual emplazamiento. Es mi sitio favorito del barrio.

sábado, 8 de septiembre de 2007

El jardín de los bonsáis

Este es un árbol cualquiera del Paseo de la Fama de mi barrio, es decir, de la Avenida de Joaquina Eguaras que evocábamos ayer. Es un árbol que no es árbol, es un árbol sin nombre -como el poema de Elena Martín Vivaldi-, aunque en realidad sea otro castaño de Indias más que se ha quedado en maceta grande, en un árbol de chichinabo, en un árbol raquítico.
Yo no sé en qué piensan los políticos municipales. Bueno, se me ocurren mil cosas, desde que simplemente no piensan, hasta que pierden el sueño buscando la cola arábiga que les mantenga por más tiempo pegados al sillón. ¡Ah, los políticos municipales: ¡qué pereza! ¡Qué cutres, qué catetos, qué mal gusto para vestir, qué profusión de mechas, qué trajes que parecen que se los han tirado desde una avioneta de la base de Armilla! En fin, los políticos municipales y yo no pertenecemos al mismo mundo, al menos mientras no me demuestren lo contrario.
Pero estoy harto de ver que las (inacabables y crematísticas) obras primero sacrifican un montón de árboles -véase el caso de la Avenida de la Constitución-, y luego los responsables tratan de acallar las protestas con unos alcorques de reducido distrito que además cubren de cemento y que están muy bien para una planta rastrera, para un geranio, para un poto, para un cactus, pero no para un árbol poderoso que dé sombra, que refresque la ciudad, que la oxigene, que le dé verdor.
Los de la Avenida de Joaquina Eguaras ya han dado de sí todo lo que podían dar; son árboles de media asta: nunca podrán dar una sombra que desafíe al calor canicular de julio. No tienen distrito debajo en el que sus raíces se pierdan en busca del sustento. Lo mismo -o peor- pasa en el Paseo Tete Montoliú, en el lateral de Alcampo, el verdadero centro neurálgico del barrio. Está poblado de arbolitos, de arbustos, de bonsáis. Y lo mismo está ocurriendo en el tan cacareado bulevar de la Avenida de la Constitución: podía ser un pulmón en el centro de la ciudad, y se va a quedar en una monada fallida, una fantasía de Barbie y Kent donde la mitad de los árboles se han secado porque no pueden respirar, porque no tienen espacio en el que desplegar sus raíces, porque no tienen tierra, y el cemento, el oro gris de hoy, no entra en la dieta vegetal, por muy espartano que sea un árbol. Antes son los coches y los aparcamientos subterráneos que los árboles. ¡Faltaría más! Francamente, para este resultado, cualquier patán vale para político.
Las nunca suficientemente ponderadas Vainica Doble tenían una canción de principios de los 70 que hablaba ya de todo esto. Se titula "Agáchate que te pierdes" y no es la única en la que desgranaron su sensibilidad con el medio ambiente.
Yo lo que quiero es un paseo de árboles como secuoyas, de árboles cuya copa no vea desde el suelo, no un parque de bonsáis. Al bonsái no le encuentro la erótica por ningún sitio, al menos en un espacio público -de tejas para abajo yo no me meto.
¿Hay todavía alguna solución?

viernes, 7 de septiembre de 2007

Mercadillo y Rastro en domingos y festivos

Esta es la Avenida de Joaquina Eguaras: es la arteria que vertebra el barrio, y debería estar más mimada en sus dotaciones, en la arboleda y en sus atracciones.
Joaquina Eguaras (1897-1981) es un buen nombre para cualquier calle, plaza, biblioteca o centro cultural. No en vano ella fue una de las primeras mujeres intelectuales de la Granada contemporánea. Hizo Magisterio e inició en 1918 la carrera de Filosofía y Letras, lo que la convirtió en la segunda mujer universitaria de Granada. Alumna brillante, que, sin embargo, hubo de entrar los primeros días a la Facultad por la puerta de atrás, concluyó su Licenciatura en 1922 con Premio Extraordinario y Matrícula de Honor en todas las asignaturas. Sin duda, un modelo para todos los hombres, mujeres y travestis del barrio.
Y ya que tenemos la avenida con su perspectiva de árboles que podrían estar mucho más frondosos, el siguiente paso sería organizar un Mercadillo con un poco de gusto, con estilo, con unas exigencias mínimas de calidad y de presentación, con unas estructuras sólidas en las que instalar las carpas, los mostradores, la oferta de artículos.
Podríamos encontrar desde productos de delikatessen, rincones del gourmet a productos artesanales: salazones, repostería, pan de Esfiliana -o buen pan, simplemente, y no ese que venden en la panadería de al lado de mi casa y que parece goma de mascar-, melocotones de Purullena, aguacates y chirimoyas de Almuñécar, chorizo de Noalejo, espárragos de Huétor Tájar, roscos de Loja, piononos de Santa Fe, quesos de La Alpujarra, aceite de las almazaras de Montillana y Benalúa de las Villas, hortalizas de la vega, flores, mascotas, cerámica de Fajalauza, además de todo tipo de productos foráneos o especialmente frecuentes en la gastronomía de los ciudadanos extranjeros que residen en nuestra ciudad: soja, pasta china, fríjoles...
A la vez también serviría de Rastro para venta de libros, discos o artículos variados de segunda mano; artesanías de cuero o madera, muebles y objetos de decoración que no tienen cabida en las mudanzas, grabados, antiguallas que dejaron de gustarnos -el teléfono de baquelita negra de la tía Enriqueta, etc.
Sería una opción frente a quedarse durmiendo los domingos por la mañana.
Pero además, los bares de los alrededores podrían sacar sus mesas -mesas con cierto empaque, por favor: ya está bien del cutrerío de mesas de plástico de la coca-cola o de San Miguel- y sacarse unos cuartos con los desayunos y el aperitivo. Y nos serviría para hacer un poco de ejercicio, que tanta falta nos hace. (Ya saben que también esta avenida lleva como sobrenombre "avenida del colesterol").
Quizá con el tiempo lo veamos, pero tenemos que pedirlo, solicitarlo, sugerirlo o incluso exigirlo.
(Sus propuestas y sugerencias son bienvenidas. Gracias)

jueves, 6 de septiembre de 2007

Talleres de Artistas

Aquí empieza un nuevo espacio que pretende promocionar y ofrecer ideas para mejorar y sanear mi barrio, Almanjáyar. Deseo que el barrio en el que vivo ofrezca razones o alicientes para ser visitado, y que no solo sea noticia por estar catalogado como zona de especial dificultad o zona marginal por los Servicios Sociales, debido a la tasa de analfabetismo y de fracaso escolar, a las reyertas de clanes, a la gente que va vestida por su peor enemigo, a los atracos, a todos esos asuntos que hacen las delicias de la página de sucesos del periódico. Toda propuesta y comentario al respecto serán bienvenidos. Estas naves, ahora en manos de las chatarrería y de las fantasías chinoises, están situadas enfrente del Hospital de Traumatología. Cuando paso delante de ellas, me las imagino como un centro de artistas: pintores, escultores, forjadores, dibujantes, videoartistas, músicos, ceramistas... Trabajarían en espacios diáfanos iluminados por esos grandes ventanales. También me imagino algún loft neoyorquino en la parte de arriba, pero eso sería un lujo, y no estamos en Nueva York. Fachada pintada y recuperada. Periódicamente se organizarían Jornadas de Puertas Abiertas para que estos artistas mostraran sus trabajos y tuvieran la oportunidad de vender. En la azotea, se instalaría un bar con una gran terraza, buena música (Gotan Project, por ejemplo, o algún grupo de los que podrían ensayar abajo en locales insonorizados), lugar de reunión para favorecer las relaciones sociales en el barrio, entre los artistas, los visitantes y los vecinos, y lugar también para la reflexión, para el debate, para la crítica, para la construcción (sin hormigón). En las noches de verano también tendría cabida un cine en el que se proyectarían películas de calidad, como Los Espigadores y la espigadora, de Agnès Varda.
Personalidades del sector vendrían para dirigir debates sobre el arte, su poder y su necesidad. Todo esto es posible en Granada.